lunes, 30 de mayo de 2011

De repente vuelvo del ensimismamiento.
Arriba el sol alumbra difuso.
Abajo tengo la mente aguada y la boca seca.


Cierro los ojos. Como si el mundo desapareciera durante el tiempo en que los mantengo así.
Ojalá no tuviera que abrirlos de nuevo, para así poder estar eternamente sumida en la profundidad
de mis pensamientos.


El ruido me molesta sobremanera. Tal vez sencillamente le temo.


¡Podré estar en paz conmigo misma?
Me pregunto dónde habré enterrado las motivaciones, el candor, el brillo que alguna vez cruzó mis ojos.
Me conduelo de mí misma. Me produzco comezón en el cuello de la camisa, cosquillas en la planta de los pies. Mi propia piel no me soporta, mientras ardo en deseos de salir corriendo.


He creado un monstruo y ahora no soy capaz de vivir la historia que inventé para él.


¡Cómo vivir cada día en un cuerpo que no me pertenece?
Soy una colcha de retazos. Soy todos y a la vez ninguno.
Estoy calva. Me miro en el espejo sólo para no reconocerme.


A lo mejor estoy haciendo todo mal. A lo mejor no me doy suficiente crédito.


Me miro una vez más; ¿qué soy?
Si me encuentro tal vez no me hará más feliz, pero al menos estaré más completa.








J.