martes, 16 de septiembre de 2014

Momentos de epifanía

Quiero ser psicóloga.

Quiero ser psicóloga, digo, a sólo un año de graduarme; luego de haber caminado, casi trotado esta larga y trabajosa travesía en la Facultad, en el programa de Psicología. Solo entonces descubro que  quiero ser psicóloga.

Pero no sólo ser cualquier psicóloga. Quiero ser la mejor psicóloga que yo pueda, la mejor; pero no para ser mejor que alguien más, sino para saber que estoy dando lo mejor de mí misma; que estoy entregando cada pedazo de mí, todo el amor, todo el empeño, todo el corazón en cada cosa que hago por mi carrera.

En realidad quiero sentir que estoy amando lo que hago. Que amo mi vocación, que amo lo que Dios sembró en el corazón mío un día, ese deseo de velar por la psiqué, de trabajar con el sufrimiento, con la construcción de personas, con la identidad personal y colectiva; con la parte más humana del ser humano.

Este trayecto es una de las más grandes oportunidades que me da para ser lo que soy.

No quiero pensar que fue tanto tiempo perdido en un aletargamiento general, en un entumecimiento de la conciencia, de las ganas de vivir.

Y en este año, al que titulo Epifanías, yo quiero llegar a encaminarme en todo lo que alguna vez quise desde lo más innombrable de mi ser.

Lo que más deseo en este mundo, en este momento, en esta vida, es ser quien soy. No me apetece absolutamente nada más. Quiero ser quien soy y aceptar cada pedacito de mi. Quiero abrazar lo que soy. Quiero enamorarme de cada retazo de mi existencia, de las experiencias que tengo día tras día, en la vida cotidiana de una mujer de 21 años. Una vida tranquila, tal vez promedio y sin grandes y ostentosos sucesos pero que es sencillamente asombrosa, única y digna de ser vivida, por el hecho de ser mía.

Quiero reencontrarme con la vida. Quiero reencontrarme conmigo misma. Quiero reencontrarme con Dios de una manera tan especial y personal como nunca antes lo he hecho; de una manera que aún es difícil de imaginar.

Las letras me fueron dadas para la vida. No para la muerte.
Este don, este amor especial que el Creador me ha dado, me fue obsequiado para traer vida.

Como con las teclas de un piano se deslizan los dedos sobre las teclas de un computador para crear cosas, cosas maravillosas, para crear más y mejores cosas. Escribo arte, escribo poesía, escribo sentimientos, escribo vivencias, escribo aprendizajes, escribo amores, escribo encuentros, escribo luz, escribo vida

Dice la Palabra que "El que adquiere cordura ama su alma;el que guarda la prudencia hallará el bien" (Pr. 19:8) Dice, sin embargo, en los comentarios a pie de página que 'cordura' literalmente significa 'corazón'. Adquirir sabiduría es amarse a sí mismo.

lunes, 4 de agosto de 2014

Epifanía

Cada vez descubro mejores cosas de mí misma.
Cada vez siento que puedo levantarme y mirar más lejos, con mejores ojos, todo sin caer en una depresión absurda que nadie, ni yo misma entiendo. ¡Ya no la quiero más! ¡Ya me cansé! Estoy segura de que mi habilidad para escribir, me fue dada para mejores cosas que para limitarme a desahogarme sola con mi cuaderno.

Poco a poco Dios me enseña;
Cada día Dios me revela algo. Me revela algo pequeño, me da una pequeña pista.
Me manda algo, me muestra algo, me da una idea o un pensamiento, me sorprende con un versículo que no recordaba.

Hoy me doy cuenta de dos cosas:
La primera es que no soy tan débil como me veía, la verdad nunca lo he sido, sólo soy débil cuando me permito ser débil, cuando permito que mi alrededor me abrume y me maneje y no puedo tener una voz, una opinión, una acción a tomar. La verdad es que soy tan débil, como yo quiera serlo, como yo crea que está bien ser débil, tanto como yo crea que no puedo tomar cartas en el asunto.

Lo segundo es que la gente valora lo que pienso en la medida que yo en realidad lo valore. No tengo que inventarme nada, ni sobreactuar, ni hacer una parafernalia de que algún asunto o situación me interesa o me importa. Es tan sencillo -y tan difícil- como decidir que algo me importa como para empezar a inclinarme por ello, a aguardarlo, a buscarlo, a trabajarlo, a procurarlo. Y los demás lo empiezan a respetar y a valorar igualmente, así no estén de acuerdo. Qué más bonito que que las cosas que me importen, me importen a mí primero.
Así, no me vuelvo impositiva y dominante pero tampoco una sumisa.
Así, se unifica mi corazón en son de una misma voluntad; una misma, buena, agradable, perfecta Voluntad.
Seré como soy.

Dios me está mostrando mordiscos, pequeños bocados de lo que en verdad soy, valgo y para lo que vine a esta Tierra. Me maravillo de su poder, de su enorme sabiduría, de su paciencia y sobre todo me maravillo de su amor. Hay momentos en que casi puedo tocarlo; me sobrepasa.