lunes, 4 de agosto de 2014

Epifanía

Cada vez descubro mejores cosas de mí misma.
Cada vez siento que puedo levantarme y mirar más lejos, con mejores ojos, todo sin caer en una depresión absurda que nadie, ni yo misma entiendo. ¡Ya no la quiero más! ¡Ya me cansé! Estoy segura de que mi habilidad para escribir, me fue dada para mejores cosas que para limitarme a desahogarme sola con mi cuaderno.

Poco a poco Dios me enseña;
Cada día Dios me revela algo. Me revela algo pequeño, me da una pequeña pista.
Me manda algo, me muestra algo, me da una idea o un pensamiento, me sorprende con un versículo que no recordaba.

Hoy me doy cuenta de dos cosas:
La primera es que no soy tan débil como me veía, la verdad nunca lo he sido, sólo soy débil cuando me permito ser débil, cuando permito que mi alrededor me abrume y me maneje y no puedo tener una voz, una opinión, una acción a tomar. La verdad es que soy tan débil, como yo quiera serlo, como yo crea que está bien ser débil, tanto como yo crea que no puedo tomar cartas en el asunto.

Lo segundo es que la gente valora lo que pienso en la medida que yo en realidad lo valore. No tengo que inventarme nada, ni sobreactuar, ni hacer una parafernalia de que algún asunto o situación me interesa o me importa. Es tan sencillo -y tan difícil- como decidir que algo me importa como para empezar a inclinarme por ello, a aguardarlo, a buscarlo, a trabajarlo, a procurarlo. Y los demás lo empiezan a respetar y a valorar igualmente, así no estén de acuerdo. Qué más bonito que que las cosas que me importen, me importen a mí primero.
Así, no me vuelvo impositiva y dominante pero tampoco una sumisa.
Así, se unifica mi corazón en son de una misma voluntad; una misma, buena, agradable, perfecta Voluntad.
Seré como soy.

Dios me está mostrando mordiscos, pequeños bocados de lo que en verdad soy, valgo y para lo que vine a esta Tierra. Me maravillo de su poder, de su enorme sabiduría, de su paciencia y sobre todo me maravillo de su amor. Hay momentos en que casi puedo tocarlo; me sobrepasa.